Zur Haupt­na­vi­ga­ti­on sprin­gen [Alt]+[0] Zum Sei­ten­in­halt sprin­gen [Alt]+[1]

Texto li­te­ra­rio

IDEN­TI­DAD FRON­TE­RI­ZA

En la obra Jo també sóc ca­ta­la­na (Yo también soy ca­ta­la­na), la au­to­ra Najat El Hach­mi re­fle­xio­na di­ri­giéndose a su hijo sobre sus ex­pe­ri­en­ci­as desde niña como emi­gran­te mar­ro­quí en Ca­ta­luña. Este frag­men­to se re­fie­re al tema de la iden­ti­dad.

—¿Yo soy catalán, mamá?"

Me es­pe­ra­ba esta preg­un­ta mucho más ade­lan­te, se­gu­ro que aún no eres de­ma­sia­do con­sci­en­te de lo que dices. De­cir­te sen­cil­lamen­te que sí sería men­tir­te, de­cir­te que no sería po­ner­te al borde del abis­mo1. Has na­ci­do aquí y tan sólo has esta­do en Mar­ru­e­cos diez días de tu corta vida, ¿todavía tengo que ne­gar­te la ca­ta­la­ni­dad? ¿Dónde se debe ad­quirir este bien tan pre­cia­do2? ¿Debe estar pa­ten­ta­do?

Du­ran­te años creí aquel­lo de que «vo­so­tros ya sois de aquí», «sois ca­ta­la­nes, ¿ver­dad?», pero no era más que un tris­te es­pe­jis­mo3. Toda aquel­la gente que nos acep­ta­ba tan bien, no nos acep­ta­ba a no­so­tros, tal como éramos, tan sólo ex­pres­a­ban su an­he­lo por ha­cer­nos homogéneos, se tran­qui­liz­aban a sí mis­mos pen­san­do que todos los que veníamos de fuera lo dejaríamos todo atrás para con­ver­tir­nos a la causa ca­ta­la­na, por­que en el fondo siemp­re re­sonaba el dicho: de fuera vi­ni­e­ron... Era mejor in­ten­tar que no­so­tros nos con­fun­diéramos con los ca­ta­la­nes, que no se no­ta­se de­ma­sia­do nue­s­tra pre­sen­cia. Cuan­do al­gui­en te dice que te in­te­gres, lo que en rea­li­dad te están pi­di­en­do es que te des­in­te­gres, que bor­res cual­quier ras­tro de tiem­pos an­te­rio­res, de ves­ti­gi­os cul­tu­ra­les o re­li­gio­sos, que lo ol­vi­des todo y sólo re­cu­er­des sus re­cu­er­dos, su pa­sa­do. Por­que no hay miedo más ter­ri­b­le que el miedo a lo des­co­no­ci­do, es mejor que todos se­a­m­os igua­les para no tener que pen­sar de­ma­sia­do.

Fal­sa­men­te había soñado en un fu­turo catalán, sin tra­bas, pero las de­cep­cio­nes se su­ce­die­ron una tras otra, el tra­ba­jo, la bu­ro­cra­cia, las becas uni­ver­si­ta­ri­as, que en­t­on­ces sólo se con­cedían a re­si­den­tes (no im­por­tab­an las matrículas ni los ex­cel­en­tes4 ), que lle­ga­ran los die­cio­cho años y aún no pu­die­ra votar, el inso­por­ta­ble suf­ri­mi­en­to de bus­car un piso de al­qui­ler, siemp­re salía un fa­mi­li­ar a última hora a quien el pro­pie­ta­rio le había al­qui­lado el piso sin avi­sar a la in­mo­bi­li­a­ria, los co­men­ta­ri­os que se podían es­cuchar en el autobús o en el su­per­mer­ca­do... Un país que era el mío, que ya había ap­ren­di­do a que­rer como cual­quier otro catalán, de re­pen­te me re­chaz­aba, no quería saber nada de mí. Mi otro país, aban­do­na­do detrás del Es­t­recho5, es­ta­ba de­ma­sia­do lejos para podérmelo hacer mío, no podía com­po­ner toda mi iden­ti­dad con sólo ocho años de in­fan­cia y los meses de re­tor­no.

Pasé años, hijo, sin tier­ra, sin iden­ti­dad y sin sen­tir­me de ningún lugar. De donde venía me decían que ya no tenía lugar, aquí el re­cha­zo hacia los mar­ro­quíes era cada vez más in­ten­so, ya se sabe que estos moros...

Me hice sen­si­ble a todos los co­men­ta­ri­os xenófobos, a cual­quier ex­pre­sión de re­ce­lo6 con­tra cual­quie­ra que vi­nie­se de afu­e­ra, saca­ba las uñas7 siemp­re que me sentía alu­di­da, no hay para tanto, no hace falta que te pon­gas así. Siemp­re hay al­gui­en que te su­el­ta la frase, do­lo­ro­sa: es que tú eres di­fe­ren­te. Yo no soy di­fe­ren­te, no lo quie­ro ser, quie­ro ser como todos los in­mi­gran­tes, mi­en­tras haya al­gui­en que les dis­cri­mi­ne. Cuan­do hie­res a uno, deni­gras su nom­bre y lo ti­pi­fi­cas, me estás hi­ri­en­do a mí, me estás deni­gran­do.

Un buen día, sin em­bar­go, salí de mi ca­pa­razón8. Des­cubrí tan­tos ami­gos a mi al­re­de­dor que nunca me habían hecho sen­tir re­cha­za­da, a su lado ni si­quie­ra re­cor­da­ba de dónde era. Todos ellos también eran ca­ta­la­nes, las madres de los compañeros de guar­dería de Rida, la much­acha que nos vende la me­ri­en­da cada tarde, un zumo y una mag­da­le­na, las ami­gas de toda la vida, los compañeros de tra­ba­jo, todos ellos son autócto­nos que nos han aco­gi­do sin pen­sar si somos de aquí o de allá. ¿Y en­t­on­ces, por qué no re­vi­sar mi visión de este país, por qué mi­rar­lo con re­ce­lo por unos cuan­tos que me han re­cha­zado?

Quizás debería ex­pli­car­te: tú eres catalán, pero siemp­re ten pre­sen­te las an­ti­gu­as raíces de tus padres, que te en­ri­que­cerán. Ten siemp­re en cu­en­ta que habrá gente en tu vida que te reprochará estas raíces. Pero cuan­do te si­en­tas re­cha­zado, hijo mío, pi­en­sa en todos los ami­gos y ami­gas que ti­enes y verás el peso del re­cha­zo con­tra­pu­es­to, no siemp­re se debe ser acep­ta­do por todos, uno es como es, sabe de dónde viene y todo lo que lleva detrás, no nos hacen falta eti­que­tas, no vale la pena darle más vu­el­tas9.'" Al fin y al cabo, nadie tiene de­recho a preg­un­tar­te: y tú ¿cómo te si­en­tes, más catalán o más mar­ro­quí?

Najat El Hach­mi, Jo també sóc ca­ta­la­na, en El re­tor­no/el reen­cu­en­tro. La in­mi­gra­ción en la li­te­ra­tu­ra his­pa­no-mar­ro­quí, Ibe­r­o­ame­ri­ca­na Edi­to­ri­al Ver­vu­ert, 2010, pp. 252-255. Tra­duc­ción de Sílvia Roig Martínez.

1 poner a al­gui­en en una si­tu­ación muy difícil

2 va­lio­so

3 Trug­bild

4 notas académicas muy bue­nas

5 el Es­t­recho de Gi­bral­tar

6 Miss­trau­en

7 die Kral­len zei­gen

8 Hier: Schne­cken­haus (im über­tra­ge­nen Sinn)

9 sich über etwas den Kopf zer­bre­chen

Texto li­te­ra­rio: Her­un­ter­la­den [docx][38 KB]

Texto li­te­ra­rio: Her­un­ter­la­den [pdf][514 KB]

Wei­ter zu Tarea de Análisis